Consultorio de Dramaturgia.

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CONSULTORIO DE DRAMATURGIA Dramaturgo Consultor : Ariel Dávila. Seguimiento de procesos de escritura teatral via e-mail o presencial Estás e...

domingo, mayo 14, 2006

"Dos imaginarios anclados en la escena" Nota de La voz del Interior por Beatriz Molinari


Hay obras que cruzan el tiempo y con ellas, sus autores; otras, conocen reescrituras o versiones. Córdoba carece de una tradición prolífica de obras teatrales, insertas en el medio, esto es, reconocibles en sus puestas, invocadas por grupos y directores. Dos dramaturgos cordobeses de distinta generación, José Luis Arce y Ariel Dávila, reflexionan aquí sobre algunas cuestiones que conciernen a su oficio y pasión.

Arce, fundador en 1980 del mítico Teatro Independiente de Córdoba (TIC) ha escrito obras tales como Jeremías, Celestino antes del alba, La conspiración amarga, La niña que moría a cada rato, Mnemosyne y El sueño de Dios. En tanto Dávila es autor de Inverosímil, El ósculo del crepúsculo II y Máquina (actualmente en cartelera).

1 ¿Cuándo y por qué comenzaron a escribir obras de teatro?

José Luis Arce: “Por una fantasía megalómana; creer que yo iba a ser el portavoz de todos los hombres. En mi primer día en la escuela de teatro, Jolie Libois preguntó ‘por qué están aquí’. Cuando me llegó el turno le dije ‘para escribir’. ‘Escribir qué’. Siempre fui muy tímido y no la miraba a los ojos. Ella se me acercó, me levantó la cara desde la barbilla y me obligó a mirarla. Me sonrió un rato y le dijo a todos: ‘Tengan cuidado con éste, mientras ustedes están en plena algarabía, él los está observando’. Fue como una bendición-designio. No mucho después escribí La pena capital que en el ’79 por autocensura estrené como Detrás de la puerta.

Ariel Dávila: “Empecé a escribir por una necesidad de trabajar con textos. Consideraba entonces que la creación colectiva estaba agotada y al teatro de imagen había que darle una vuelta de tuerca, además en el teatro mundial se daba una revalorización de la palabra como generadora de imágenes evocadoras. Creo cierto el hecho de que hoy en día un cuerpo desnudo en escena no produce lo mismo que en los años ’80, yo diría que hoy no produce nada, quizá sea mucho mas obsceno una escena erótica escrita por chat. Yo sentía esta necesidad de volver a la palabra y al texto pero después de montar La tercera parte del mar, de Alejandro Tantanian, no encontraba textos que me ‘provocaran’ llevarlos a escena, entonces decidí escribir. Escribo por una necesidad escénica”.

2 Lo temático: preocupaciones del mundo de

cada autor

J. L. Arce: “La palabra dramaturgo me hace gracia, me parece medio monstruosa. Querer ‘decir’ no es un deseo dramático. Lo es cuando uno mete mano y le dice a los actores que esperan acciones: ‘estoy componiendo’. Lo dramático es una actividad para calculadores, por eso mi objetivo es hacer textos irrepresentables. ¿Los temas? En realidad yo me niego a mí mismo, hago cosas con las que no estoy de acuerdo. Soy torturado, retorcido y mistérico. Hago lo que no entiendo a propósito, para que algún espectador me lo explique.

A. Dávila: “En estos tiempos hay grandes temas universales y pequeños temas cotidianos, ¿unos son mejores que otros? No creo. Adorno decía que después de Auschwitz no se puede seguir haciendo poesía. No se puede ser indiferente a lo que sucede. Me quedó una frase que dijo Luis Cano en el taller que dio en Córdoba: ‘Hay que ser conscientes y ver si el discurso que hacemos es propio o ajeno’. Yo he pasado por diferentes temas. Tenía la necesidad de escribir desde Córdoba y para nuestra ciudad. Traté de rescatar historias y mitologías , pienso que es un campo todavía a explorar, pero también me interesa la naturaleza humana y cómo nos podemos sorprender de nosotros mismos”.

3 ¿Piensan en la puesta mientras escriben?

J. L. Arce: “Siempre me sonó irrelevante decir que un texto es para la escena o no. De lo que se trata es de que el texto teatral lleve implícito el espacio. Cómo estetizan eventualmente otros interesados ese espacio, es otra cosa. El texto ya tiene el espacio, como el bailarín el movimiento. Pero es un juego de verdad, debe surgir de conjuros verdaderos, y sabido es que en ellos no es tan importante el tiempo como el espacio. Esto es difícil si ni siquiera sabemos si queremos bien al lugar donde vivimos. Está en boga escribir sólo para la escena, pero el autor asume limitaciones. Una de dos, o brinda en sacrificio una parte para no sacrificar el todo; o depone imaginación personal en una seudo ignorancia, para favorecer la imaginación colectiva”.

A. Dávila: “Mi último maestro de dramaturgia, Mauricio Kartun, nos retaba cuando decía que hacíamos ‘changas’ de escenógrafos al poner una acotación: (‘un hombre sentado en una silla, detrás el decorado del frente de una casa’). Nos decía que no fuéramos tan ‘teatrosos’ y tenía razón. ¿Por qué no escribir en un espacio abstracto o imposible? Después será el problema del director y el escenógrafo. Desde entonces dejé de preocuparme de la puesta durante la escritura”.

4 ¿Hay dramaturgos en Córdoba?

J. L. Arce: “Undiano, Iriarte, Bischoff, Bartoloni, Díaz Bagú, Grillo, Michelotti, Sued, Brambilla, Merigo, Piva, Bigi, Espina, Reynaudi, Salcedo, Graciela Ferrari, Beatriz Gutiérrez, Soledad González, Marull, Cuesta, Dávila, Maximiliano Gallo, Halima Tahan, más la creación colectiva. Hay dos momentos supuestos, pero Córdoba permanece inmadura porque no llega al segundo. El primero es de análisis, de desmitificaciones desfachatadas, de risas y parodia, el segundo es de respuesta y propuesta. En el medio hay procesos abortados, exilios políticos, económicos, orfandades devenidas de malas estrategias de autores que por creerse en una era perpetua del Autor, no se abrieron a nuevas estructuras de realización, que parecen desmentir su existencia, pero esto es más que nada porque se perdió la palabra. Una obra recluida en un cajón ni siquiera se salva como literatura”.

A. Dávila: “Claro que hay dramaturgos en Córdoba. Están Soledad González, Gonzalo Marull, Rodrigo Cuesta, María Helena Troncoso, José Luis Arce, que tienen obras reconocidas y publicadas y que trabajan con continuidad. Además de los otros que están comenzando. Por otro lado, están aquellos directores que también hacen dramaturgia pero desde la escena y que son reconocidos, como Paco Giménez, Cipriano Argüello Pitt, Marcelo Massa o Luciano Del Prato. Ellos desde la escena también logran llegar a textos muy interesantes”.

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