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lunes, abril 24, 2006

Comentario Máquina


Ariel D?vila

El camino a la deshumanización
Por Verónica Molas l De nuestra Redacción.
vmolass@lavozdelinterior.com.ar

La nueva obra que dirige Ariel Dávila retoma interrogantes planteados por la filosofía y la cultura y los pone en acción en la historia que sucede en la pequeña escena de una celda carcelaria del futuro. Las sociedades de control han perfeccionado sus métodos y éstos aparecen con todo su horror en la vivencia de los reclusos. Pero como bien aclara el joven director cordobés, la obra no pretende ser un reflejo de la realidad de las cárceles. Máquina ¿cómo es nuestro nuevo dios? Tiene el don de abrir la perspectiva a otras realidades menos obvias.

En todo lo que sugiere la máquina (invisible, pero poderosa) durante el transcurso de la obra está la sensación del abandono del hombre a sus formas más automáticas, menos pensantes y esto alerta sobre los peligros que vendrán; nada en esta puesta muy bien sostenida por las actuaciones de Hernán Rossi y Mariano Muñoz hace presumir que vendrá algo bueno.

Hay una historia, pero también muchos enigmas y otras vertientes que se desprenden. El fundamentalismo de la religión, no muy diferente a otros fundamentalismos, como el de la ciencia, que aparecen sutilmente expresados.

Futuro cercano

La estética tecnócrata es el molde perfecto y unificador para todo el espectáculo, desde la puesta, la música, el vestuario y el video que rige y va pautando el espacio cotidiano de la celda; el video habla en realidad de ese ojo rector que invade, omnipresente, toda intimidad.

La obra está montada como una unidad gris, perfecta, custodiada, que ahoga cualquier grito de vida, que somete la existencia humana a lo previsible. Hasta el diseño de la imagen que se instala en el medio de los actores, simétricamente, alude a una estructura férrea, reducidora del hombre.

Con los créditos que van obteniendo los presos de acuerdo a las respuestas de la máquina hay también una alusión a los grandes sistemas de los juegos televisivos, tecnologizados al extremo.

Máquina logra transmitir muy bien la sensación (y certeza) de que todo está bajo control, no importa ya si es de una inteligencia superior, dilema del cual las películas futuristas sacaron bastante provecho y que toda una saga de androides (el humor de Dávila es realmente uno de sus puntos más fuertes) recupera cada tanto.

Quizá lo más angustiante que tienen los planteos que indagan sobre el funcionamiento y los fines del control es la invisibilidad cada vez mayor de estos mecanismos, implantados en el cuerpo social, asimilados, así como para Leo (el preso menos deshumanizado) esa máquina que él no ve está puesta en su imaginación en la figura de una mujer. Hasta puede sentir sus senos, en un alucinante arrebato de humanidad.

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