GATE 13 B, de Ariel Dávila
Actores: Eva Bianco, David Picotto y Alicia Vissani; Música y sonido: Enrico Barbizi; Voz en off: Ana María Tenaglia; Escenografía, diseño y vestuario: José Quinteros; Planta e iluminación: Charly García; Asistente de dirección y producción: Laura Ferreyra; Dirección: Julieta Daga. Sala: Azucena Carmona del Teatro Real. Jueves de Septiembre y Octubre de 2010.
Unas cuantas sillas, una mujer sentada en primera fila que se sienta en una para inseguida cambiar por otra. ¿Está aburrida? Sí claro, y lo sabemos porque en un momento una voz en off anuncia en italiano, castellano e inglés que el vuelo a San Pablo ha sido reprogamado. ¿Hay algo más fastidioso que esperar en un aeropuerto? Es probable, pero cuando nos proponemos tomar un avión y nos dicen desde un altoparlante que el vuelo ha sido reprogramado, demorado o anulado, no importan los hoteles ni los bauchers que nos ofrezcan, el enojo, la ira y hasta el odio se hacen carne en nuestras mentes.
Esa es la situación inicial que, con el devenir de la obra, cobrará una significación ontológica muy profunda.
En la sala de embarque confluyen tres pasajeros, dos mujeres (una coreana y la otra argentina) y un hombre brasilero.
Las características de cada uno están perfectamente elaboradas, pero se diluyen sutilmente para ser parte de los tres. Porque al final advertimos que los tres son, a nivel de significación actancial, uno solo: el ser humano con su conciencia de finitud, de mortlidad.
Una habla en coreano, pero sabe algo de castellano porque tiene una hija en Paraguay, la otra habla en castellano, en un inglés bastante fluido y también lo hace en portugués y en alemán (se comunica telefónicamente, via celular, con alguien en ese idioma). Y el brasilero, en portugués.
Aquí, después de haber visto el final, colegimos que el castigo divino que propinara Dios a la humanidad por haber querido acceder a la sabiduría a través de la construcción de la bíblica Torre de Babel, fracasó. Y esa referencia bíblica es de la civilización que llegara en 1472 a América, no de los sudamericanos. Una es argentina, otro brasilero y la tercera coreana pero con residencia en Paraguay, es decir que son tres sudamericanos, por nacimiento u opción. Y tres pasajeros que viajan a San Pablo, a Sudamérica.
La coreana se humedece el rostro para inmediatamente colocarse una máscara blanca. ¿Acaso no es blanca la parca?
Después, el brasilero, que ha tomado pastillas para dormir porque no le agrada viajar en avión (en este caso metáfora de la muerte), tiene un sueño en el que toma conocimiento de que no puede morir porque no ha bailado una determinada danza. Y, en sueños, la baila para terminar con la misma máscara que usara la coreana. Y, al despertar, dice ahora ya puedo morir, ya bailé.
La argentina, mientras tanto, refleja con un gran sentido del humor la histeria que suele caracterizarnos a los argentinos. Esto me pasa porque siempre me meto; Es que soy buena y quiero ayudar; Por eso mejor no meterse, no meterse en la vida de los demás..... ¡Cuántos reproches para autoconvencerse de que es una buena persona, de que es solidaria, de que los argentinos somos mejores que los demás habitntes del resto del mundo. Es realmente una escena hilarante en la que nosotros, el público, no podemos dejar de reir. Pero toda esa risa se transforma en un instante en un golpe durísimo, tremendo.
El altavoz anuncia que el vuelo finalmente parte, que hay que embarcar. Y la coreana embarca decididamente, como lo hace el brasilero, pero la argentina duda, no sabe si embarcar o permanecer en tierra. Pero finalmente, después de ponerse ella misma la máscara que utilizaran la coreana y el brasilero, embarca.
¿Hacia dónde? Hacia la murte porque la vida sigue su curso más allá de cada uno de nosotros.
Creo no equivocarme si digo que este espectáculo es una revalorización de la espiritualidad religiosa americana y una clara declaración que las espiritualidades religiosas que llegaron a América Latina han podido sobrevivir sólamente cuando se han combinado, cuando se han fusionado, cuando estas concepciones ideológicas invasoras se han visto invadidas por la espiritualidad religiosa de las civilizaciones autópctonas, precolombinas.
Es de destacar que se vio un trabajo en equipo, un equipo de personas que decidieron aceptar un desafío y lo concretaron de un modo excelente. Sì, porque después de asistir a un espectáculo como Gate 13 B, uno sólo puede decir gracias, gracias al grupo por haberme regalado una hora de felicidad.
Y para terminar, quiero decir que, mientras esperaba sentado para ingresar al espectáculo que seguía, me dije a mí mismo Eva, Alicia y David son actores que he visto en distintas obras con discímiles personajes, y siempre han estado magníficos. Y sí, son realmente excelentes actores. Actores que integraron un equipo esxelente de trabajo. Y cuando un equipo es excelente, el resultado, generalmente, también es excelente. Gate 13 B lo fue.
José Luis Bigi
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